La palabra ecología procede del griego “oikos”, que significa casa. La ecología, es pues, la ciencia que estudia la casa común del ser humano. Dicha ciencia se divide en dos ciencias más amplias, la sociología y la biología. La ecología sociológica estudia la estrecha relación entre el ser humano y su medio. La ecología biológica, por otra parte, es la encargada de estudiar dicho medio.
La ecología, desde la racionalidad práctica, nos advierte del peligro que supone la transgresión de ciertos límites para la subsistencia en nuestro planeta. Por el contrario, el ecologismo es una actitud, un compromiso derivado de la ciencia ecológica. La diferencia está en la carga de valores morales que conllevan. El actual ecologismo está basado en valores racionales e instrumentales, pero no deja de ser un ecologismo “básico”. Las agresiones contra la naturaleza son una clara amenaza contra la supervivencia del ser humano, pero no podemos quedarnos anclados ahí. Y mucho menos permitir que el compromiso en la defensa de la naturaleza sea utilizado con fines políticos partidistas sean de la tendencia ideológica que sean.
La primera responsable de la problemática convivencia entre ser humano y el mundo, y que ha desembocado finalmente en la aparición del movimiento ecologista, es el estilo de vida mercantilista que hemos aceptado, un mundo donde todo se puede comprar y vender. El sistema económico mundial de producción y consumo es quien ha comprometido y ha puesto en grave riesgo la supervivencia del planeta. Esa realidad debe ser aceptada antes de pasar a la acción ecologísta.
Si el ecologismo básico está basado exclusivamente en principios “racionales”, que advierten del peligro real de la supervivencia en nuestro planeta, provocados por la trasgresión de unos límites difusos, y se esfuerza en encontrar los límites “razonables” de la acción de la humanidad sobre la Madre Tierra, el ecologismo integral busca establecer con claridad los límites de lo que es “espiritualmente” aceptable en la relación del ser humano y su convivencia con el entorno natural.
Lo espiritual siempre ha formado, y sigue formando parte, de la realidad humana. Lo espiritual, el Alma del Mundo, nos implica de una manera superior en nuestra actitud y comportamiento, nos compromete más allá de los límites puramente racionales. El ecologismo integral asume los principios del ecologismo racional, pero además, incorpora a estos la dimensión espiritual del ser humano y dota a la Madre Tierra de ese Alma del Mundo, definiendo con mucha claridad dónde están los límites que no se pueden violar.
La constatación de la actual inestabilidad de nuestro estilo de vida, del menosprecio de la naturaleza convertida en mero objeto de explotación, la negación de ese Alma del Mundo producto de la estrecha visión racionalista del mundo, constituyen una oportunidad ineludible para que el ser humano recupere ese respeto hacia las leyes que rigen el Universo y que están muy por encima de la simple razón humana.
“ingsignia naturae ratio illustrat”
Las señales de la naturaleza esclarecen la razón.
(Artículo rescatado del antiguo foro de la “Red Tercera Vía” - Autor; no consta)